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Para pintar con el sello de la casa

texto - Juan Levid 
fotografía - Álvaro Barriga 

Colmenero es una tienda de artículos para artistas que resiste el paso del tiempo y, con 50 años de experiencia, su propietario encuentra en los artículos únicos el principal atractivo para sus clientes.

“Quien pinta una vez ya no puede dejar de hacerlo”, esa es una de las certezas que tiene Carlos Colmenero (1947), y que seguramente ha sido fundamental para trabajar con sus clientes y amigos durante más de 50 años; ellos acuden a él o, más específicamente, a su tienda Colmenero, donde ofrece artículos para artistas, estudiantes o aficionados a la creación con lápices y pinceles. Eso sí, todo a la vieja usanza, con aire clásico y olor a atelier.

De ese medio siglo que Colmenero ha dedicado a este oficio, 25 años han sido en su ubicación actual (Manuel Acuña #1424). Este lugar rompe con la estética de comercios de la zona: se deja ver con trazos más armónicos, colores menos chillantes y composiciones mejor acababas. En otras palabras está todo bien acomodado y en orden.

Si usted, su hijo o un conocido tienen una tarea escolar, relacionada con el diseño de formas, que tienen que ser llevadas al papel o la tela claro está, aquí encontrará escuadras, estilógrafos o blocs para tal efecto. Pero si su necesidad es diferente y lo que requiere son insumos para su obra de arte –o los ensayos necesarios para conseguirla– también este es el lugar indicado porque “es una tienda para artistas”, como reconoce su propietario.

 

“Quien pinta una vez ya 
no puede dejar de hacerlo”

Por cierto, algunos de ellos son sus clientes frecuentes: José Fors, Sergio Garval, Carmen Bordes, Carmen Alarcón, Humberto Baca… es más, a Francisco Toledo le manda gesso hasta Oaxaca.​

Para el dueño de la tienda Colmenero pintar es también una pasión, un vicio dice él. Le gusta mucho el estilo y las formas de las creaciones de Amedeo Modigliani; pero no abunda sobre sus inquietudes artísticas. Más bien se lamenta de que no haya más jóvenes pintores, recuerda que la pintura es una de nuestras primeras pulsiones, los vestigios de la Era de las Cavernas o los niños que rayan papeles sin ideas preconcebidas le parecen un buen ejemplo de ello. De hecho, desde su perspectiva es un tema de estabilidad familiar, incluso social: “póngalos a pintar”, les dice a las madres y padres de familia que le cuentan que sus hijos son rebeldes y problemáticos. 

Colmenero es también un mensaje de resistencia: ante las grandes firmas o empresas y los avances tecnológicos en las artes gráficas, aquí todo es más bien manual, casi artesanal y de trato uno a uno. Se producen óleos, pinceles o bastidores de la casa, que no se encontrarán en ningún otro sitio. “El éxito de subsistir es que hacemos cosas únicas”, explica Carlos Colmenero, al tiempo de mostrar un bloc de papel que sólo él puede ofrecer en la ciudad, para luego detallar las diferencias y cualidades de una muestra de papel archés, una de guarro y una de albanene;  también evita que sus clientes toquen tales piezas, ya que una mano con grasa afectaría la calidad del producto.

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